La fascinación por el juego
Uno de los objetivos a la hora de desarrollar y fabricar juegos y juguetes es conseguir que el jugador, tenga la edad que tenga, se sumerja en el juego.
La gente suele jugar porque con ello consigue satisfacer algunas de sus necesidades básicas, como la autonomía, la demostración de habilidades o el sentimiento de pertenencia a un grupo. Podríamos decir, entonces, que lo que incita a la gente a jugar es su motivación innata para hacerlo, y ésta está estrechamente relacionada al nivel de inmersión que consiguen transmitir los propios juegos. Es decir, cuanta más autonomía, más competencias y más relaciones ofrezca un juego, más motivado y sumergido se sentirá el jugador cuando juegue. El grado de intensidad de la experiencia de juego depende de lo inmersivo que consiga ser para el jugador.
En este sentido, no obstante, hay que tener en cuenta que la edad del jugador también puede influir en su nivel de inmersión. Por ejemplo, mientras los niños se pueden sumergir fácilmente en un mundo de fantasía, al jugador adulto le cuesta más sumergirse en el juego y simplemente se ve como lo que es, un jugador. Aunque se suele vincular el concepto de inmersión con el juego virtual, hay que tener presente que el juego físico también permite sumergirse en mundos de fantasía (los juegos de mesa gracias a sus tramas, los juegos de rol gracias a los escenarios que crean, o simplemente combinando herramientas digitales con los juegos tradicionales).
A la hora de intentar que los jugadores, tengan la edad que tengan, se puedan sumergir en el juego, las licencias pueden desarrollar un papel importante. Ya sea con los personajes favoritos que los más pequeños siguen en la televisión, o con personajes clásicos que despiertan la nostalgia de los consumidores ‘kidults’, los juegos inspirados en propiedades de éxito pueden ofrecer otro nivel de inmersión en el jugador, con personajes con los que ya se puede identificar antes de iniciar el juego.